domingo, 11 de noviembre de 2012

Soldados !


De pronto mirás la trinchera que sentías vacía y que ahora pasó a estar llena de soldados, de hermanos, que reciben con el pecho los balazos de una guerra que no les pertenece, y que automáticamente hacen suya. Se sientan a su lado a degustar con una sonrisa el banquete de tu amargura y se comen lágrima a lágrima, suspiro a suspiro y no paran hasta que quedas satisfecho de haber escupido hasta la última tristeza de tu alma. En sus perfectos días soleados se acercan a vos para llover a tu lado. Sin importar la fuerza con la que arremete la tormenta están ahí; no importa si pueden llegar o no, están ahí. En su momento no importó la hora ni qué tenían que hacer. Nunca mejor enunciado, el fin justifica los medios.

Pasan por la armería que la vida les regaló y, cada cual con su arsenal distinto, salen a yugarla, arman el pack y cuando mirás ya no sos el que camina. Te empujan, te paran, te mantienen; llevan tu estandarte bien alto y si alguien pregunta por tu caída gritan NUNCA!

En el sacrificio que te toca hacer ante el demonio sufrimiento prefieren verter su sangre primero. Toman la decisión primera y se anteponen ante cualquier mal. Te protegen, te cuidan; son escudos, tu muralla y fortaleza; son el orgullo que alimenta y te hacen salir vencedor. Te defienden como sea a espada y capa, son iconos en tu vida, son quienes te hacen lo que sos, son a quienes no le deberás nunca nada, son a quienes le debés tu vida completa hasta el último respiro, son a quienes encomendás tu suerte cuando parten al otro lado, son a quienes cuidarás el día que debas dejarlos.
A los hermanos de otras madres, a los soldados que están en la trinchera; a ustedes (escudos, guerreros), a ustedes, que ante cualquier enemigo no permiten que se hable mal en tu presencia o fuera de ella, a los que vengan en tu nombre y, por si quedan dudas tendrán que pasar por encima de sus cadáveres.

Hoy toca darle las gracias una vez más y, aunque este demás decirlo y no corresponda, se repite el juramento: no importa en qué guerra estés, ni que jodido esté tu frente, cuando él o ella cae, cambiarás de frente, dejarás tu batalla, saldrás a levantar al caído y por honor jamás le dirás de las balas, ni las heridas que recibiste por ir a su trinchera. Ese es el pacto: si tu sol brilla te meterás en su tormenta, si la lluvia te moja entrarás en su huracán.

Ellos son la religión, la filosofía y la política, los tutores, las guías, quienes te corrigen, la luz al final del camino, quienes de tu esfuerzo hacen ya un triunfo, para quienes jamás fuiste derrotado ni vencido, quienes te ven ganador de todas las guerras y te convencen de eso todos los días.

No lo olvides. Porque el día que lo olvides, el día que digas no, el día que vos decidas no hacer frente pasarás a estar solo. Por cada llamado que no acudas, por cada vez que estés ausente, o elijas ausentarte, habrás dejado caer a un hermano. Lo dejaste morir y de eso no hay vuelta. Cumplirás tu palabra porque ellos cumplieron con la suya, porque son todo lo que tenés y sos todo para ellos.