Noche gélida
de invierno en aquel barrio emblemático de Villa Crespo, donde se forjaron
heroicos personajes del viejo Buenos Aires. Justo ahí, en una modesta
habitación, muere un poco cada día. Él es un simple laburante de changas que
aprendió a conformarse con realizar tan variados como esporádicos trabajos que
son convite de algún buen amigo que se acuerda de él.
Salió como
huyendo de ese pequeño cuarto con olor a humedad donde habita en aquel
conventillo tan porteño y añejo como la misma ciudad. Con una sensación de
asfixia y ahogo aferrada a su pecho, por lo tanto prefirió escapar a la intemperie
a quedarse en aquel panteón con la carcelaria sensación
que le genera ese claustrofóbico hogar, hogar dulce hogar. Llegó al umbral de la puerta, donde miró hacia ambos
lados, evitando ser sorprendido por algún personaje que se encuentre en
desventaja éticas y morales con él. Con un fuerte respiro profundo sintió el aire congelado, frío como la misma muerte, llegando a cada
rincón de sus pulmones y soltando un extenso suspiro, al tiempo que la
sensación de alivio acompañó el pensamiento de que en aquel cuarto ya no podía
respirar.
Se dirigió
a la plaza que se encuentra a unas cuadras de su casa, mientras da los primeros pasos en las piedritas
rojas, insignia fiel de toda típica plaza donde como niños jugamos una vez. Se
tomó un tiempo para añorar aquellos alegres años, tanteó el atado de cigarrillos
Pall Mall Rustic y encendió su calma para mitigar la ansiedad que lo
aquejumbra.
Un
contraste atípico pero trillado es el que brinda el silencio atroz que
transforma la plaza de juegos en un cementerio abandonado, que sin embargo, resalta cada pequeño ruido que suena como un grito despavorido, por ende remarcando
la quietud de una noche muerta como su propio instinto de ser feliz.
Sentándose
en el banco observó la tranquilidad y pudo prestar atención a cada detalle. El
movimiento de cada hoja de plátano mojadas por la lluvia de hace unas hora
recrudecen un invierno polar y hacen que el frío sea una imagen que ingresa por
los ojos mientras una cruda sensación en la piel se escurre por las suelas de las zapatillas, suelas que
apenas son un fino límite entre él y las piedras rojizas de la plaza, asimismo pudiendo
sentir a estas entre sus dedos. Entre todas estas sensaciones que acribillan
sus sentidos, ninguna logra hacer mella a su inquieto pensar. Nuevamente
comienza como siempre con su castigo rutinario del por qué tanto por nada, ni
por la mísera limosna de la paz interior.
Pareciera
que el juego de ayer es la realidad de hoy. Y que el jugar de chico con las herramientas
de papá lo tallaron haciéndolo heredero de un oficio y además de la mediocridad absoluta en la que está
sumergido. De su abuelo a su padre, y de ahí directo y sin escala alguna hacia él,
nadie le enseñó a ganar, solo a sobrevivir y fue por eso tal vez que jamás
apuntó mucho más allá de esa norma.
Honrado y
trabajador, educado y servil y un hermoso yugo que lleva como collar amansador
de sueños aniquilador de autoestima.
Agachó la
vista miro sus ojos detenidamente en el reflejo en un charco de agua clara, tan
profundo como su percepción de la realidad, observó detenidamente sus propios ojos. Trató
de entender mientras una a una caían sus lágrimas y, perdiendo el control, sus represiones
y amarguras subieron la compresión en su pecho, solo pudo escupir quejidos y palabras
sin sentido mientras recorría un rally de profundas miserias prohibidas. Se fundió
en una angustia incontenible tratando de comprender, pero cuantos más intentos
iniciaba, más acertijos nacían. Y estas situaciones que aparecen no buscan
claudicar, siguen fuertes teniendo el control.
Entre
esquizofrénicas voces una sola trae algo de paz, el solo recuerdo de su abuela
con sus mandamientos llega entre tenebrosas sinapsis.
“Respeta”
“Respeta tu
origen”
“Respeta
quien sos”
“Respeta tu
historia”
“Mirarás la
calma llegar”
“Levanta tu
pesado antecedente y sigue, cualquier cosa menos cobarde mi’ijo”.
Mientras
volvió a casa, apago su pensamiento, sojuzgó su alma, y tomando nuevamente la
inercia regresó a lo inerte