lunes, 25 de abril de 2016

Noche Gelida

Noche gélida de invierno en aquel barrio emblemático de Villa Crespo, donde se forjaron heroicos personajes del viejo Buenos Aires. Justo ahí, en una modesta habitación, muere un poco cada día. Él es un simple laburante de changas que aprendió a conformarse con realizar tan variados como esporádicos trabajos que son convite de algún buen amigo que se acuerda de él.
Salió como huyendo de ese pequeño cuarto con olor a humedad donde habita en aquel conventillo tan porteño y añejo como la misma ciudad. Con una sensación de asfixia y ahogo aferrada a su pecho, por lo tanto prefirió escapar a la intemperie a quedarse en aquel panteón con la carcelaria sensación que le genera ese claustrofóbico hogar, hogar dulce hogar. Llegó al umbral de la puerta, donde miró hacia ambos lados, evitando ser sorprendido por algún personaje que se encuentre en desventaja éticas y morales con él. Con un fuerte respiro profundo sintió  el aire congelado,  frío como la misma muerte, llegando a cada rincón de sus pulmones y soltando un extenso suspiro, al tiempo que la sensación de alivio acompañó el pensamiento de que en aquel cuarto ya no podía respirar.
Se dirigió a la plaza que se encuentra a unas cuadras de su casa,  mientras da los primeros pasos en las piedritas rojas, insignia fiel de toda típica plaza donde como niños jugamos una vez. Se tomó un tiempo para añorar aquellos alegres años, tanteó el atado de cigarrillos Pall Mall Rustic y encendió su calma para mitigar la ansiedad que lo aquejumbra.
Un contraste atípico pero trillado es el que brinda el silencio atroz que transforma la plaza de juegos en un cementerio abandonado,  que sin embargo,  resalta cada pequeño ruido que suena  como un grito despavorido, por ende remarcando la quietud de una noche muerta como su propio instinto de ser feliz.
Sentándose en el banco observó la tranquilidad y pudo prestar atención a cada detalle. El movimiento de cada hoja de plátano mojadas por la lluvia de hace unas hora recrudecen un invierno polar y hacen que el frío sea una imagen que ingresa por los ojos mientras una cruda sensación en la piel se escurre  por las suelas de las zapatillas, suelas que apenas son un fino límite entre él y las piedras rojizas de la plaza, asimismo pudiendo sentir a estas entre sus dedos. Entre todas estas sensaciones que acribillan sus sentidos, ninguna logra hacer mella a su inquieto pensar. Nuevamente comienza como siempre con su castigo rutinario del por qué tanto por nada, ni por la mísera limosna de la paz interior.
Pareciera que el juego de ayer es la realidad de hoy. Y que el jugar de chico con las herramientas de papá lo tallaron haciéndolo heredero de un oficio y además  de la mediocridad absoluta en la que está sumergido. De su abuelo a su padre, y de ahí directo y sin escala alguna hacia él, nadie le enseñó a ganar, solo a sobrevivir y fue por eso tal vez que jamás apuntó mucho más allá de esa norma.
Honrado y trabajador, educado y servil y un hermoso yugo que lleva como collar amansador de sueños aniquilador de autoestima.
Agachó la vista miro sus ojos detenidamente en el reflejo en un charco de agua clara, tan profundo como su percepción de la realidad,  observó detenidamente sus propios ojos. Trató de entender mientras una a una caían sus lágrimas y, perdiendo el control, sus represiones y amarguras subieron la compresión en su pecho, solo pudo escupir quejidos y palabras sin sentido mientras recorría un rally de profundas miserias prohibidas. Se fundió en una angustia incontenible tratando de comprender, pero cuantos más intentos iniciaba, más acertijos nacían. Y estas situaciones que aparecen no buscan claudicar, siguen fuertes teniendo el control.
Entre esquizofrénicas voces una sola trae algo de paz, el solo recuerdo de su abuela con sus mandamientos llega entre tenebrosas sinapsis.
“Respeta”
“Respeta tu origen”
“Respeta quien sos”
“Respeta tu historia”
“Mirarás la calma llegar”
“Levanta tu pesado antecedente y sigue, cualquier cosa menos cobarde mi’ijo”.

Mientras volvió a casa, apago su pensamiento, sojuzgó su alma, y tomando nuevamente la inercia  regresó a lo inerte